Tenía 13 años de infancia
y 52 de esfuerzo triste,
con pequeñas fragancias
que vuelan sin piedad
a su ropero y lo visten,
más no tenía pasaporte
que lo llevara al norte
donde se hallaba su verdad.
Mascaba semilla de tabaco
con sensación a muerte,
más dominaba de taco
la vida intranquila
sin descanso ni suerte,
no duerme quien sufre
por miedo a que la cumbre
se derrumbe sobre lo que maquina.
Sonaba como joven
al verse frente al espejo,
aunque las piernas le roben
sus ganas de no ceder
frente sus pelos de conoejo,
y ahora como hojas marchito
se acuerda de cuando chiquito
era más libre que ayer.
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