Si bien la soledad puede ser
una solemne tortura
a nuestra libertad como individuos,
a veces se torna fragil y agradable
y nos acompaña en el silencio.
A veces el exceso de absurdos
y la continuidad de las torpezas del amor
alimentan las ansias de estar por un momento solo,
solo de toda soledad,
solo solo,
correr por una aislada pista
llena de reflexiones y soles,
pues a veces uno solo necesita respirar.
Es por esto que la soledad
es a veces una de las mayores compañías
que uno se puede regalar,
siempre y cuando uno esté solo
y no se sienta solo.
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