Si le preguntara una cosa a cada gota que cae del cielo
me pasaría la vida preguntando,
por eso elegí a la luna como consultora
aunque las estrellas me traten de convencer
para que les haga caso.
Por eso afino mi voz, tiene que ser especial para hablar con la luna,
la afino con el calor de la estufa curiosa,
que llama mi atención todo el tiempo mientras trata de retar a la luna,
la reprocha por darme tan solo su mitad,
sabiendo que hay noches que está entera y muda.
Entonces me pongo cómodo al borde de la ventana,
dejo mi whisky enfriarse con el hielo, que es el nectar de mi voz,
aprovecho cuanta serena brisa se atreve a pasar sin dejar huella,
respiro el hondo paisaje de arbustos y luciernagas de arroz.
Rasco mi barbilla cortadisa con el rose de mis labios
pensativo me cuestiono mi pregunta
y de un color añil se tiñe mi cielo
que me pone sus petalos de punta.
Dejo volar un poco mi imaginación de enredadera
y le sirvo priopos cilenciosos al espectro
que cubre a las aguas tranquilas tomando fuerza,
y con mi mirada idealista la penetro.
Hice llorar a las hojas porque las ignore por un momento
cuando la luna se me hizo locura
los irritados árboles me mostraron sun celos
y me mostraron raíces íntimas de cordura.
Así que consulte a un pequeño insecto
que de mi se reía
pero mientras más conversaba con él
mas le creía.
Lo pensé demasiado esto de la pregunta
capaz que la estaba molestando
pero tenía una duda
que me estaba resquebrajando.
Así que me animé a llamar a la media luna,
no le hago caso a nada más,
atino mi voz con un timbre de alcohol
y tacho las estrellas, callo las gotas, me trago el hielo, y miro la cuna,
y le pregunto
¿ Es verdad que hoy es mi noche preferida?
Mariano Lanza
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