Me encontre a la vuelta de la esquina
una botella de ron vacía,
se le habia tomado el borracho
al cual le temía.
Agarre la botella descontento
mientras sin darme cuenta el borracho se me arrimaba
me tomo de la muñeca
y con olor a añejo me dijo
no me temas.
Nos sentamos en un banquito de la vieja plaza,
el queria hablar de su vida,
hace mucho que nadie lo escuchaba
solo quería hablar de la vida
el futbol y la playa,
no quería favores ni plata.
El viejo hombre comenzó a hablar
en un sin fin de palabras,
creo que hace tiempo que no escuchaba
a alguen con tanto asombro,
parecía Dios en persona.
Me hizo entender en una noche azul,
el sentido de la vida,
el de cada uno, el de cada cual,
y bajo un cielo de estrellas
nos quedamos a esperar
que una sensual luna baje de los cielos
para sumarse a esta discución
mientras ladren los perros
y en la botella no halla ron.
Me dijo que el vivió dos veces
muy diferentes entre sí,
una con su amante la mujer
y ahora
con su amigo el perro
que fielmente lo seguía
sin rendirle cortejo.
Mi respuesta fue tan solo el silencio
una sensación como de soledad,
pero una soledad agena,
porque aquel hombre de la soledad
era parte. Y mientras lagrimas de alcohol
le corrían por el rostro
me dijo
"¿Flaco por qué tanto asombro,
nunca viste un pobre viejo lloroso?"
Y yo le respondí.
"No es eso compadre,
es que creo que en esta noche
mis ojos parte de los suyos comparte"
El viejo hecho una leve sonrisa
de dientes caídos, cuando me miro
sin esa mirada ebria y me dijo
"Gracias hijo, al fin alguien que me entiende,
ahora no me siento un muerto vivo"
Y yo contento, orgulloso y modesto le dije
"No gracias a tí, que al final de una noche estrellada,
aprendí más de mi".
Mariano Lanza
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